lunes, 22 de octubre de 2012


La hermana de Katia


 «-Yo soy católico ¿Tú que eres?
   -Yo soy  la hermana de Katia».

Con diálogos como este y una historia tan desgarradora como cotidiana, La Hermana de Katia es la primera novela de Andrés Barba, publicada en Anagrama. Con facilidad, las palabras nos trasladan a habitaciones vacías, espacios vivenciales en los que los personajes nos dan todo lo que necesitamos para identificarnos con ellos; personajes que se van construyendo a sí mismos a medida que discurren sus vidas. Situaciones absurdas que rozan lo grotesco y diálogos llenos de realidad, ironía e inteligencia.

Escribir sobre otros en los que nos proyectamos, leer a otros con quienes nos identificamos: un círculo misterioso el de la lectura y la escritura, el de la codificación y descodificación en el que, por suerte o desgracia, los protagonistas seguimos siempre siendo "nos-otros". Otros en los que nos apoyamos para identificarnos, actos cotidianos sobre los que nos sustentamos y que cada personaje en esta historia vive a su manera. Cuerpos que se desnudan al ritmo de un striptease que todos observamos, en el que todos somos partícipes y que termina sin carne, sin huesos, sin memoria.

La hermana de Katia, un ser invisible sin referentes, se aferra a su realidad como si de una película se tratase, con la distancia perfecta con la que no todo el mundo sabe vivir. Muchas respuestas distintas a ninguna pregunta a primera vista, porque a veces los únicos que no paran de formular preguntas parece que sean los que no tienen ninguna respuesta a mano.

Maneras sencillas de sobrevivir con la necesidad del otro como única respuesta es todo lo que este libro nos ofrece, que no es poco.


miércoles, 17 de octubre de 2012


Salto al vacío de Yves Klein

El 27 de noviembre de 1960 el periódico Le Dimanche publicaba en portada «La revolución azul continúa» con un detallado reportaje sobre Yves Klein quien afirmaba ser un pintor del espacio, un pintor ya no abstracto sino figurativo y realista.

Con la fotografía de la acción que este periódico llamaba ¡un hombre en el espacio!, ¡el pintor del espacio se echa al vacío! Yves Klein acaparaba la atención de todos los medios del momento marcando un importante capítulo en los procesos de desmaterialización de la obra de arte. Este documento visual, fotomontaje del fotógrafo Harry Schunk simulando el salto del artista al vacío, se convirtió en una referencia para trabajos posteriores en la línea del arte corporal no solo para los accionistas vieneses sino para muchos trabajos que giran en torno a la performance corporal de los años 70.
El homenaje a lo inmaterial, a la ruptura de los formatos preestablecidos hasta entonces y a la vivencia del espacio como un acto que requería cierto distanciamiento respecto al proceso, marcan la trayectoria de Yves Klein como experimentador de nuevas pautas y actitudes hacia la creación y el pensamiento artístico de los años 60.

Tanto los pigmentos, por los que sentía especial predilección, como su pasión por el fuego como recurso primigenio en la naturaleza marcan su modo de trabajo, no exento de una carga con raíces espirituales, orgánicas, que muestran el proceso de creación de forma natural, añadiendo una fuerte implicación y presencia psíquica en todas sus intervenciones. Sin embargo, al margen de las consideraciones del propio autor que remarcaba el carácter espiritual de todas sus acciones, deberíamos entender las acciones de vaciado de Klein como actos en los que la representación queda fuera de juego.

La exposición en la galería Iris Clert de Paris en 1958 remarca la capacidad de transformar al sujeto en objeto, ya no hay nada que mirar en la galería, es un espacio vaciado, blanco, libre de referentes estéticos que contemplar, el espacio queda desobjetualizado y es el espectador el único objeto. Sin duda este espacio de la galería, en el que Klein paso muchas horas pintando de blanco antes de su inauguración, se ha convertido en todo un referente para el pensamiento y la practica artística posterior. Esta exposición conocida posteriormente como Exposición del  Vacío de la galería Iris Clert muestra como el vaciado es una forma más de mostrar la representación en grado cero, la representación del vacío se asemeja al vacío de la representación. Sin distancia para la percepción, lo espectacular queda en punto muerto, a merced de los cuerpos visitantes que pasan a ser el contenido de la representación.

En esos momentos las preocupaciones sobre las condiciones de la receptividad y el papel del observador fueron constantes por artistas minimal y conceptuales, quienes terminaron enfocando sus obras a la mente más que a la mirada que los espectadores, y desearon anular el goce estético formalista, lo cual dio lugar a nuevos formatos de exposición. 

Nuevos formatos de exposición que no rehuían de lo material, sino que gran cantidad de sus acciones quedaron planteadas y registradas sin negar sus posibilidades expositivas materiales.

Yves Klein logró que su propia vida fuera una obra de arte, convirtiendo cada uno de sus gestos en algo influyente en la totalidad, en fragmentos que encajo de manera natural en su universo. Un universo que el quiso transmitir como si fuera «un domingo para todo el mundo», una forma de teatro colectivo, un verdadero espectáculo de vida.